Presentacion de la idea



Todo comienza por un juego de hace mucho tiempo. Un juego de niños.

La infancia, la mirada del niño que con el tiempo se pierde y el coraje de emprender un viaje a las raíces de aquello que es la primera herida afectiva, son el núcleo gravitatorio de esta historia, pequeña fábula metropolitana de nuestros días. El protagonista, de hecho, ha tenido de pequeño, como muchos niños, un amigo imaginario.

Los niños a menudo lo hacen: crean un compañero de juego, lo extraen del maravilloso mundo de su fantasía, para quitarse todas aquellas tensiones emotivas y pequeñas-grandes preocupaciones, que forman parte de su vida cotidiana.

A menudo el amigo imaginario aparece cuando el mundo alrededor del niño cambia o cuando el niño se encuentra pasando mucho tiempo solo. Entonces el amigo que aparece en sus visiones, le da una mano, es su confidente, su cómplice y le crea confort y comodidad.

El amigo imaginario normalmente desaparece en la nada por sí solo, con el tiempo, sin la necesidad de un psicólogo, pero ¿qué pasaría si un día, este amigo volviera?¿Qué representaría este retorno? ¿Es solo una reaparición o un reencuentro con algo perdido?

Las luces se apagan, la mamá nos ha tapado con las mantas, nos ha dado el beso de las buenas noches. Repentinamente, está oscuro y solo queda aquella rendija de luz que viene del otro lado de la casa. “Puedes dejar la puerta un poco abierta?” ¿Quién no se recuerda de no haber hecho esta pregunta? Nos hemos quedado solos: ruidos, crujidos, una soledad improvisada que nada tiene de existencial, así melancólica, desmerecida. Pero llega él, nuestro amigo imaginario. Y nos salva.

Cuántas veces en nuestra vida de adultos no nos hemos sentido así de frágiles? ¿Cuántas veces no nos hemos sentido igual de solos que aquel niño que tira una pelota contra la pared o que juega solo con su game-boy? ¿Cuántas veces hemos fingido no reconocernos la esta necesidad de contacto? La falta de compañeros, la soledad de un niño genera la urgencia, proyecta una sombra a los otros: una sombra a la cual confiar; un doble especular al cual no hace falta decir nada. Él ya sabe. Es exactamente eso que tenemos miedo hacer de mayores, porque desgraciadamente, un adulto no puede permitirse tener un amigo imaginario. A parte de Roberto Benso, llamado Bobo por los amigos. Bobo Benso cuando era niño tenía un amigo imaginario: se llamaba Rocco. Ahora Bobo Benso tiene treinta y ocho años y su vida ya no le pertenece. Se la robó Rocco.
La ruptura con su compañera emocional Estrella le introduce a un divagar de recuerdos y despierta el viejo amigo, que le substituye en su vida. Roberto está desprovisto ya de todo lo material que definía su identidad. La ciudad se convertirá así en su viaje iniciático, en un peregrinaje espiritual, donde lo imaginario y lo real se encuentran.