
El drama existencial del hombre está en la consciencia de inventar su fe, sus creencias, valores y seguridades. Esta evolución espiritual y emocional introduce al protagonista en un aprendizaje a través el observar y el observarse. La cámara muchas veces imitará su mirada proponiendo al espectador que haga lo mismo. Dulce y amarga libertad, que empieza con el extrañamiento frente a la propia vida y abre la posibilidad de que esa sea reconstruida, reinventada, contada. En este sentido el propio arte de narrar historias cinematográficas comienza cuando el autor intercambia su lugar, su vida con la de otros, y esa aventura se convierte en el proceso creativo en sí.